Es de todos conocido, porque solemos ir de vez en cuando al supermercado o echar un vistazo a los folletos de precios que nos dejan en los buzones, la variedad en la oferta de vinos de todo tipo y origen, y sobretodo, su agresividad en precio.

Se podría establecer un debate entre si el binomio calidad/precio está compensado o al menos ajustado, pero mientras lo estuviéramos haciendo seguro que habría otros productores u otras regiones que estarían sustituyendo nuestro espacio en la estantería y lo que es peor, a lo mejor el consumidor ni siquiera nos echaría de menos.

El sector del vino, como sector agroalimentario, pero sobretodo como sector agroindustrial, tiene que concienciarse (también las autoridades) que es una Industria y que como tal debe actuar. Al menos, en una gran parte de su proceso tiene que pensar con mentalidad industrial, de industria competitiva, que tiene que ayudar a toda la larga cadena de suministro que supone la elaboración de una botella de vino, desde la propia uva hasta la estantería, pasando por su crianza y su embotellado.

No se trata de renunciar a la importancia o la singularidad del terruño, a las particularidades microclimáticas que hacen que un vino sea así o no, sino que se trata de re-estudiar profundamente desde dentro, observar lo que hacen los demás (y no digo necesariamente otras bodegas), ver que pasos no aportan valor al vino que comercializamos, cómo podemos fluidizar la comunicación interna y externa. En una palabra, cambiar, porque el mercado del vino está cambiando muy deprisa, las pequeñas y grandes superficies quieren rentabilizar el espacio del lineal y en un mundo del vino tan global, hay vinos buenos en muchos sitios y el factor precio (coste), nos guste o no nos guste, es uno de los factores fundamentales a la hora de competir, a la hora de que el consumidor se incline por esta botella y no por la otra.

Hay que empezar desde la viña, repensando marcos de plantación, sistema de conducción y de poda y mecanización del máximo de faenas, pero llevando nuestro cuaderno de campo, con datos para analizar y comparar, pues es un negocio y hay que tener forma de saber si lo llevamos bien o lo podemos mejorar. En la Bodega, la tecnología, sin estar reñida con la tradición, tiene que seguir avanzando en las técnicas de crianza y estabilización. Y que decir del embotellado cuando el cliente cada vez quiere más personalización en su producto – nuestro vino- y quiere cambiar de etiquetas cada dos por tres o cambiar envases (desde la clásica botella pasando por la lata o la bolsa o el bag in box). En la atención a todos esos requerimientos puede estar nuestra ventaja competitiva.

Estamos a tiempo de volver a dibujar nuestro diagrama de procesos, ver los recursos que necesitamos y el coste que tiene, observar que podemos mejorar (la respuesta puede estar en una simple pregunta a nuestro operario o colaborador), planificar las actividades por muy imposibles que parezcan (esos tiempos muertos nos matan), pues es cuestión de disciplina, mentalidad y asesoramiento adecuado.

Debemos seguir marcando metas o parámetros que nos permitan medir lo que hacemos, compararnos y mejorar. La mejora continua, que importante invento y que pocas veces lo ponemos en práctica. Todo esto hay que hacerlo sistematizado, de forma constante y para ello la implantación de normas o sistemas de calidad o de gestión son herramientas que nos facilitan todo ese proceso de analizar y reaccionar adecuadamente.

Muchas veces nos hemos escudado en que esos sistemas son solo fábricas de papel e incremento de gastos generales, pero creo que quienes piensan así, que no son pocos, no supieron o no pusieron todo su empeño en alcanzar el objetivo y así ver la utilidad de las cosas.

Podemos ser competitivos, podemos ser más competitivos y hacerlo mejor y además cumpliendo con las reglas de juego. Nos los demuestran todos los días deportistas de cualquier disciplina, que mejoran records que parecían imbatibles. Eso sí, analizando lo que hacen mal, mejorando, recibiendo una adecuada supervisión y entrenamiento, con constancia y sobre todo con el convencimiento de que se puede. Porqué el sector del vino no lo va a poder hacer.

 
Jorge Pascual
Director General de Bodegas Delgado Zuleta y colaborador de IMP Consultores