En un entorno cada vez más competitivo, cualquier estrategia que nos planteemos para lograr la supervivencia a largo plazo de nuestras empresas tiene un denominador común: satisfacer en cada momento las necesidades y expectativas de nuestros clientes y hacerlo de forma eficiente, es decir al mínimo coste. Ofrecer a nuestros clientes justamente aquello que esperan de nosotros, en el momento que lo esperan, de forma continua y ser capaces de ganar dinero con ello es garantía de crecimiento y rentabilidad.
Para conseguir estos objetivos, sea cual sea el tamaño de nuestra organización y el sector en el que opera, los sistemas de calidad normalizados se convierten en herramientas de gestión imprescindibles que, no sólo nos permiten garantizar la calidad de nuestros productos y servicios, sino que nos ayudan a orientar nuestros procesos hacia la satisfacción de nuestros clientes desde la óptica de la utilización eficaz y eficiente de nuestros recursos.
Hoy por hoy, no basta con vender un producto o servicio de Calidad, sino que también es necesario demostrar que toda nuestra organización está enfocada al cliente y que se está inmerso en un proceso de mejora continua.
En este sentido, la norma internacional ISO 9001:2008, proporciona directrices para la implementación de Sistemas Gestión de Calidad eficaces y permite su certificación por un organismo externo acreditado.
A principio de los noventa, fueron las grandes empresas las primeras en implantar Sistemas de Calidad ISO 9000, pero en los últimos años, esta práctica se ha venido extendiendo y la implantación de Sistemas de Calidad se ha convertido en un requisito indispensable para asegurar la competitividad de las pymes.
Son muchos los beneficios que se obtienen del proceso de desarrollo e implantación de un Sistema de Gestión de Calidad en base a la norma ISO 9001:2008, algunos cuantificables y otros no tanto, pero todos con impacto en nuestra cuenta de resultados, tales como:
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Identificación de los procesos clave de nuestro negocio y establecimiento de un sistema para controlarlos y medirlos.
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Disminución de costes de no calidad (derivados de reprocesos, productos y servicios fuera de especificaciones, devoluciones y reclamaciones, etc).
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Aumento de la satisfacción de nuestro clientes.
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Mejora de nuestra imagen frente a terceros.
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Fomento de la cultura de calidad en la empresa.
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Acceso a nuevos clientes y mercados.
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Etc.
En un plazo muy breve de tiempo y con una inversión mínima, dependiendo del tipo y tamaño de empresa, del enfoque de calidad que ya se tenga y de lo que ya se haya avanzado en estos temas, se puede definir e implantar un buen Sistema de Calidad que nos ayude a mejorar nuestra competitividad.
El papel de las empresas consultoras es esencial para conseguir que estos sistemas se definan y diseñen para aportar valor a la gestión y al cliente, para cumplir los plazos de implantación y para conseguir la certificación en un plazo razonable.
Octavio Garrido
Socio director de IMP consultores