En el debate entre productividad y tecnología hay varias posiciones: de un lado quienes consideran que la revolución IT continúa, pero aún menor. De otro lado quienes ven que la revolución tecnológica continúa creciendo a buen ritmo, alimentando nuevos modelos de negocio disruptivos y permitiendo una nueva ola de incremento de la productividad en toda la economía. ¿Cuál es la visión correcta? La OCDE ha publicado un estudio The Future of Productivity que arroja luz a esta cuestión.
La productividad es el factor más importante para el crecimiento económico y el bienestar a largo plazo. Tras el incremento de la productividad de finales de los años 90 y principios de la década de los 2000, basada principalmente en el desarrollo y despliegue de las tecnologías de información y comunicación (TI), la OCDE ha observado un descenso significativo en el crecimiento de la productividad. Esto se ha visto agravado por la gran recesión y la débil recuperación económica posterior a la crisis.
El informe muestra que el lento crecimiento medio de la productividad es una cortina al hecho de que un pequeño grupo de empresas están experimentando un fuerte crecimiento. El análisis de la OCDE muestra que las empresas más productivas aumentaron su productividad de forma constante una media de 3.5% al año en el sector industrial. Esta diferencia es aún más acusada en el sector servicios, en el que las empresas más productivas crecieron un 5% frente al 0.3% de la media. Lo que significa que algunas empresas sí están haciendo las cosas bien y otras no.
La clave de estas empresas está en su capacidad de innovación, cada vez más, se requiere inversión en I + D y en aplicación de tecnología. Es necesario combinar mejoras tecnológicas, organizativas y humanas para incrementar la productividad. Por tanto, el problema de la productividad no es la falta de innovación global, sino más bien el fracaso de muchas empresas para adoptar nuevas tecnologías y mejores prácticas. De hecho, la principal fuente de la desaceleración de la productividad no es una desaceleración en el ritmo de la innovación, sino más bien la lentitud con que estás innovaciones llegan o son adoptadas por los mercados.
El crecimiento futuro dependerá en gran medida de la capacidad de difusión del conocimiento, que ya impulso el crecimiento de la productividad durante gran parte del siglo 20. Pero, ¿qué hará que las empresas combinen correctamente las innovaciones tecnológicas y organizativas?
- En primer lugar, las conexiones globales tienen que ser ampliadas. Esto requiere un cambio en el comercio, la inversión extranjera directa, la participación en las cadenas globales de valor y movilidad internacional de la mano de obra cualificada.
- En segundo lugar, las empresas tienen que ser capaces de entrar en los mercados y experimentar con las nuevas tecnologías y modelos de negocio. La desaceleración de la productividad coincidió con un casi colapso de la inversión empresarial general y una desaceleración en el dinamismo empresarial, que se refleja en una disminución de la creación de empresas. Estas tendencias necesitan ser invertidas
- Se necesita un mejor «matchmaking para garantizar que las empresas más productivas cuenten con los recursos humanos, las habilidades y capital necesarios para crecer.
- En cuarto lugar, la inversión en innovación debe extenderse más allá de la tecnología para incluir habilidades, software y know-how de la organización (es decir, calidad en la gestión).
Desde la experiencia de IMP en el campo de las operaciones es necesario insistir en la necesidad del cambio organizativo para asimilar los cambios tecnológicos. Muchas veces se implantan herramientas para ayudar a las empresas a gestionar su capacidad productiva, pero no se dispone de información fiable respecto a rutas, tiempos de operación o la capacidad efectiva de lo recursos por lo que la solución se vuelve totalmente ineficaz y el problema persiste. En otras ocasiones, el fallo está en la implantación de sistemas ERP sin tener documentados y analizados los procesos de negocio, factor clave para una implantación eficiente. Este intento de mejoras fallidas genera una resistencia por parte de las organizaciones a incorporar nuevas tecnologías en el futuro, cuando el problema de fondo es no haber acometido el cambio organizativo asociado a la inversión en tecnología que garantice su correcto funcionamiento.
De la misma manera, otro factor que incide en el no crecimiento de la productividad es invertir en tecnología productiva para aumentar la capacidad cuando el problema es no tener un sistema de planificación claramente definido o las actividades del proceso no están optimizadas, como los cambios de máquina o no se invierte sobre el cuello de botella que limita la capacidad.
José Manuel Silva
Gerente de proyectos en IMP Consultores
Fuente:HBR