En el mundo de la gestión medioambiental y el respeto al entorno, en pleno año 2023, ya no es suficiente con tener un sistema de gestión medioambiental o alguna de las certificaciones de eficiencia energética del mercado. La ISO14001 nos garantiza que la empresa identifica los aspectos medioambientales, que los controlamos y que cumplimos con la reglamentación aplicable, pero no es suficiente. Estos sistemas no nos exigen disminuir de forma significativa el impacto de nuestras actividades en el medioambiente y ahí está el problema. Hoy en día, por supuesto, hay que tener por lo menos un sistema de gestión medioambiental certificado, pero eso es una condición solo higiénica, básica para poder trabajar: ya no es una condición diferencial del resto de empresa y, además, no es suficiente para nuestro planeta.

De la misma manera, el concepto lineal de productividad de producir más productos con menos recursos, ya no es suficiente tampoco: ni hay materias primas asequibles, ni el reciclado de residuos y vertidos vale por sí solo. Hay que buscar formas innovadoras de crear valor sin afectar al medioambiente.

¡El enfoque de vender más y más rápido ya no vale! Esto es la nueva innovación.

La economía de escala va contra el medioambiente y ya no nos lo podemos permitir si pretendemos que quede algo del planeta habitable para nuestros nietos.

¡Hay que ir más allá!

Hay que replantearse el modelo de negocio desde su concepto inicial, de forma que consigamos que nuestro impacto en el medio ambiente sea el menor posible, y esto es una decisión estratégica. Esto se parece mucho a cuando en los años 90 decíamos que ya no era suficiente con mejorar los procesos, sino que había que replanteárselos desde cero, de forma radical, que era lo que entendíamos por reingeniería de procesos.

Pues ahora toca una «reingeniería medioambiental«, y eso es lo que significa la economía circular. Necesitamos que la empresa se comporte con el entorno como si fuera un ser vivo que sobrevive con los mínimos recursos e interfiere lo menos posible con el entorno. La economía circular es un concepto que parece realmente novedoso, pero que ya lleva varios años circulando por el mundo empresarial. Nos introduce en el concepto de una economía donde, desde la concepción del negocio y de su estrategia hasta el final del ciclo de vida, el minimizar el impacto medioambiental forma parte de la estrategia a seguir. Pero minimizar de verdad, en sentido amplio. Es un modelo circular porque todo debe volver a usarse y no se puede tirar nada: todo debe tener un ciclo de vuelta para un segundo o tercer uso.

La universidad TU Delft lo resume muy bien en su diagrama de mariposa.  Este diagrama representa el proceso de ciclos de vuelta atrás de una economía circular, y lo compara con el ciclo de la vida de un ser vivo.

En él podemos ver todos los ciclos que deben formar parte de un modelo de empresa de economía circular:

  • Recolección de los productos y desechos.
  • Mantenimiento y puesta de nuevo en servicio.
  • Reutilización y redistribución.
  • Renovación y re-fabricación.
  • Reciclado.
  • Y vertidos y residuos minimizados.

Frente a un enfoque lineal de la economía donde, simplificando, entran materias primas y salen productos o servicios, el enfoque circular tiene muchas curvas que vuelven atrás, pero desde el concepto inicial del modelo de negocio:

  1. Los productos y servicios se diseñan para que duren lo máximo, para que sean ampliables y mantenibles el máximo de tiempo. Véase por ejemplo www.fairphone.com. Es un teléfono ampliable, resistente a las caídas, sin obsolescencia programada y asequible. El trauma de cualquier fabricante habitual de teléfonos pero la panacea para el usuario.
  2. Se potencia el enfoque de eliminar la propiedad al máximo. ¿Para qué tener un coche si lo uso muy pocas horas y lo puedo compartir, y además tener un modelo energéticamente eficiente y mantenido por el proveedor? Algo así como el renting del s. XXI, o los ya habituales car-sharing. El enfoque no es tener un coche, lo que sería orientarse al producto, sino al resultado, a la movilidad. Véase por ejemplo www.riversimple.com
  3. ¿Por qué comprar cosas nuevas si las puedo comprar de segunda mano, reprocesadas o reparadas? ¿Por qué esa obsesión consumista de tener cosas nuevas y reemplazar las cosas mucho antes de que dejen de funcionar? Ya se pasó de moda. Phillips Health por ejemplo repara sus equipos de radioterapia y aunque no sean de la última tecnología, se redistribuyen, funcionan perfectamente y se usan sin problema en un sector delicado como es la salud. Hay que pensar en cerrar el ciclo de nuestros productos mediante reprocesado, readaptación y redistribución.
  4. Reparar y mantener antes de tirar. Un ejemplo clásico, los zapateros, que casi han desaparecido.
  5. Los conceptos clásicos de usar materias primas recicladas, que sean luego reciclables, por supuesto que son válidos, pero no suficientes. Ojo con el reciclado que muchas veces es peor el remedio que la enfermedad.
  6. Diseñar los productos pensando en qué se podrá hacer luego con sus componentes una vez finalice su ciclo de uso. Cómo podrán pasar a ser materias primas para otro proceso.
  7. Diseñar para minimizar el consumo de materias primas complicadas de conseguir, por ejemplo, el silicio.
  8. Por supuesto la cogeneración de energía, uso de fuentes de energía renovables y otros conceptos más clásicos de la gestión medioambiental.
  9. Y nuestro papel como consumidores es fundamental. Tenemos que cambiar el enfoque consumista por uno mucho más espartano y austero, que nos haga replantearnos cada decisión de compra pensando en el entorno.

En definitiva, el concepto esencial es que hay que replantearse el modelo de negocio lineal tradicional; ya no vale, nos lleva irremediablemente al colapso.

Alberto Pascual

Socio

IMP Sistemas de Gestión